EL BAILE DE PRIMAVERA (Cuento de hadas)

Había una vez, en un lugar muy muy lejano y no hace muchos años, un principito un tanto egoísta llamado Guillermo que vivía rodeado de todos los lujos y juguetes que quería, coches, camiones, aviones, pinturas de todos los colores imaginables y chuches en cada rincón de palacio. Y aunque lo tenía todo, siempre quería más.

En el mismo reino, pero en una pequeña panadería del pueblo vivía Martín, el  menor de cuatro hermanos, un niño alegre, amable y de un enorme corazón, al que siempre se le veía bailando o dando de comer a los animalillos con los restos de pan que sobraban cada día.

Un día el pequeño Martín escucho a sus padres hablar de lo poco que estaban ganando con la panadería y de que tendrían que marcharse del reino. En los días siguientes, su familia trabajó sin parar durante todo el día y aunque Martín quería ayudar no le dejaban porque era muy pequeño. Decidió entonces ir a dar un paseo a ver si se le ocurría alguna forma de poder ayudar.

Pasado un rato ya casi estaba en palacio y no se le había ocurrido nada cuando se tropezó con una niña, para ser exactos, la niña más bonita que había visto jamás:

– Pe… pe… perdona no te había visto, ¿Estás bien? – Dijo Martín mientras recogía los papeles que le había tirado a la niña.

– Sí, estoy bien. Gracias, no hace falta que me ayudes – Respondió con una tímida sonrisa.

Ambos niños terminaron de recoger los papeles, y Martín le preguntó que era aquello del ‘Baile de primavera’  que ponía en el papel.

– Es un concurso de baile que organizan los reyes en honor a Diana, el Hada del Baile, que viene al reino, y cuyo premio será pedir 3 deseos – Contestó entusiasmada.

Entonces a Martín se le ocurrió una gran idea, si ganaba el concurso podría pedir que su familia no tuviera que marcharse del reino.

– ¿Vas a participar? – Preguntó curiosa.

– Mmmm… Sí, necesito pedirle un deseo muy importante al Hada – Le contó – Por cierto, me llamo Martín – Dijo antes de salir corriendo de vuelta a su casa.

– Yo soy Lidia – Respondió casi gritando para que pudiera oirla.

Ese mismo día, el principito Guillermo también se enteró del concurso y como no, quiso participar para ganar los 3 deseos, pero esta vez tenía un problema y es que no sabía bailar, así que planeo un plan perverso. Cuando el hada llegó a palacio y estuvo dormida, fue a su habitación y le robó la varita mágica para hechizar sus zapatos y ser el mejor bailarín del reino.

Cuando llegó el día del concurso, Martín aunque había estado ensayando desde que se despidió de Lidia estaba muy nervioso, mientras que el principito como contaba con sus zapatos mágicos, estaba relajado y ni se había molestado en ensayar.

Las rondas de bailes pasaban y a la final llegaron Martín y Guillermo. Para esta actuación el jurado debía prestar extrema atención pues después se decidiría quien era el ganador.

El primero en salir al escenario fue Martín al que aplaudieron como locos todos los que estaban en la sala , especialmente su familia y su nueva amiga Lidia, que había ido a verle. Cuando le tocaba el turno al principito, el Hada del Baile notó algo extraño en los zapatos de este, iban dejando un rastro y enseguida se dio cuenta de que eran polvos mágicos e interrumpió el baile.

– ¿Eso que estoy viendo en tus zapatos son polvos mágicos?- Preguntó a Guillermo.

– Mmm… no, no lo son – Respondió un poco nervioso.

– Entonces no te importará quitártelos y terminar tu baile.

Y cuando Guillermo se dispuso hacer lo que el Hada del Baile le pedía, se dio cuenta de que le habían pillado y que lo único que podía hacer era admitir lo que había hecho.

– He mentido, lo siento. Robé tu varita y hechicé mis zapatos para ser el mejor bailarín y ganar los 3 deseos.

Cuando toda la sala oyó lo que decía se llevaron una gran sorpresa, e inmediatamente el Hada del Baile nombró como ganador del concurso a Martín y le dijo que pidiera sus 3 deseos.

– Yo sólo quiero un deseo, que mi familia no tenga que irse del reino porque no ganan suficiente dinero en la panadería – Y mirando al principito Guillermo que se encontraba en una esquina avergonzado por lo que había hecho dijo – Los otros dos deseos se los cedo a Guillermo, porque a mí no me hacen falta.

Y a partir de ese día la panadería familiar se encargaba de preparar el pan para el reino, recibiendo dinero más que de sobra para poder vivir, además, el Hada del Baile como regalo por el gran corazón de Martín, reformó la pequeña casa en la que vivían. Y el principito Guillermo dejó de ser tan egoísta y guardo sus dos deseos para cuando realmente los necesitara.

Y así vivieron todos felices y comieron perdices.

Moraleja: Si algo quieres trabaja y lucha por ello, no esperes a que te lo den.

 

PAULA TRUFERO GIL 

Deja un comentario