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12 Poemas de Federico García Lorca

Son ya unas cuantas las veces que algunas editoriales han realizado una selección de poemas de García Lorca pensando en los lectores pequeños, pero nunca hemos encontrado una edición ilustrada en formato álbum ni un cuidado en su producción como en este libro, ilustrado por Gabriel Pacheco.

Quizá lo primero que habría que decir de este espléndido libro es que no se trata de una obra estrictamente para niños, más bien cabría decir que estamos ante un libro de arte para todas las edades. Doce poemas del legado del escritor granadino seleccionados por Antonio Rubio y Manuela Rodríguez. Poesía de la que nos apropiamos todos, grandes y pequeños, porque está tocada con el habla popular, con los romances, coplas y folclore.  Lorca tuvo pasión por la canción popular, el cante jondo y las nanas que le llevó a realizar una inmensa recopilación por toda España.

La acertada selección, rescata unos cuantos poemas de Federico que reflejan en toda su dimensión ese mundo singular del gran poeta granadino. Bien podrían ser otros los poemas, y el libro tener igual entidad, pero la presencia de “Despedida” o “Vals de las ramas” hacen de esta pequeña antología una acertada muestra de la obra lírica de García Lorca. Este folclore de tradición oral está lleno de recursos líricos que ayudan a la memoria a transmitirlo con facilidad, apoyándose en repeticiones, rimas, estribillos y otras figuras literarias capaces de convertir el poema en un juego lingüístico y sonoro que tanto gusta a los niños. Poemas para escribir, recitar, corear, cantar o para jugar saltando a una comba.

Magnífico el contenedor: la cubierta, con una ilustración que la abarca entera, las austeras guardas, el ahuesado papel satinado mate, excelente para mostrar el universo gráfico del ilustrador mexicano, el azul de los títulos de los poemas, como escapado de sus imágenes, la biografía del poeta —no hay que olvidar la historia, de lo contrario, estaremos condenados a repetirla—, y las palabras últimas de Gabriel, verdadera confesión poética, broche acertado para un libro memorable, en el que lo único gratuito y ajeno a su estética es la tipografía pretendidamente manuscrita de “12 poemas de”. Esta es una singularidad de la edición de libros de poesía destinada a la infancia, que llega con un lenguaje visual lleno de riquezas, sugerencias y emociones plásticas que los adultos celebramos, porque nos apropiamos también de estas publicaciones para nuestro disfrute.

Las ilustraciones de Pacheco, en sus colores, texturas y personajes, llenan de nostalgia y lirismo los poemas de Lorca. Además, cuenta con 36 páginas llenas de magia.

Siempre que entramos en una ilustración de Gabriel Pacheco accedemos a un escenario. Un escenario inquietante en el que asistimos a una leve representación: lo imaginado, lo intuido, lo interpretado por el creador.

Cuando se trata de un texto narrativo —tenga o no texto— ese escenario se prolonga en varias imágenes en el transcurso del cuento. Aquí, son doce pequeños escenarios íntimos, como una pequeña plaza, en los que sus delicados personajes escenifican una mínima comedia, o tragedia, silenciosa, ensimismada, ausente de la mirada del espectador. Esos personajes no están posando para el usuario, ¿acaso lo hacen para el poeta?, ¿qué diálogo secreto mantienen con su hacedor?

De un gris craquelado a unos sucios azules luminosos oscilan estos escenarios ausentes de decoración; si acaso, una pequeña nube que pasa, y en ellos, unos frágiles actores conversan con la nada, con el vacío, con la soledad y, también, con nosotros.

Son, como dice Gabriel en su pequeño texto, como la mariposa del amor, y digo yo, que nunca se deja atrapar.

En cuanto al análisis de los poemas, veremos un ejemplo de éstos:

«El lagarto está llorando»

El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.

Han perdido sin querer
su anillo de desposados.

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.

El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!

Para empezar, decir que este poema trata la relación de la pareja, el símbolo de la unión.

Se puede decir que son versos eneasílabos (9 sílabas) de arte mayor, cuyas estrofas de dos sílabas se denominan pareados.

En cuanto a las figuras retóricas, encontramos diminutivos (delantalitos, anillito…). Utiliza muchos sustantivos (lagarto, anillo, globo, pájaros…).También podría decirse que hay una metáfora, en la cual Lorca manifiesta la pena que sienten los niños pequeños cuando pierden algo que les gusta. Y finalmente, se aprecian elementos emocionales como las interjecciones, que dan un tono emotivo el poema (¡ay!).

Este poema sería apropiado para el segundo ciclo de infantil, es decir, de 3 a 6 años. Se puede usar en las aulas porque trata un tema muy común, y es que todos los niños tienen un objeto querido, del cual se tendrán que ir separando poco a poco a medida que crezcan, y eso les causa tristeza y rechazo, así como perder ese objeto y sentirse un poco perdidos sin su presencia. Así, los niños podrán ver que todos tienen un objeto querido y que todos tienen que aprender a vivir en algún momento sin él. Una forma de trabajarlo en el aula podría ser mediante una representación de títeres.

Para poder ver bien qué es de lo que se ha hablado, os dejo algunas imágenes sobre los poemas y sus ilustraciones, dignos de ver y de admirar.

el largarto esta llorando

c

cancionera sevillana

el niño mudo

Para saber más, aquí dejo un poco de información sobre Federico García Lorca y Gabriel Pacheco, que han hecho de este libro una obra mágica, fantástica.

*Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros, Granada, el 5 de junio de 1898, y fue fusilado entre Víznar y Alfacar, Granada, el 18 de agosto de 1936. “En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural española. Una de las peculiaridades de su obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística”. [De la Fundación Federico García Lorca] “Cuando muera, si es que muero, dejad el balcón abierto”. -Dejó dicho. Tenía 38 años…

LORCA

*Gabriel Pacheco mació en México D.F.  en 1973. Graduado en Escenografía por la Escuela Nacional de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Desde 1997 se dedica a la ilustración de libros para público infantil y juvenil. Recibió el premio del X Concurso Internacional de Ilustración Cittá de Chioggia(Venecia) en 2004, y el Premio Internacional de Libro Ilustrado de México en 2000 y 2002. Ha trabajado para otras editoriales como Alfaguara, Santillana o SM.

GabrielPacheco

 

 

WEBGRAFÍA

-http://revistababar.com/wp/12-poemas-de-federico-garcia-lorca/

-https://biblioabrazo.wordpress.com/2014/07/19/12-poemas-de-federico-garcia-lorca/

-https://laslecturasdeguillermo.wordpress.com/2015/02/15/12-poemas-de-federico-garcia-lorca-ilustrado-por-gabriel-pacheco/

ELBA LLOREDA

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Sueña (nana)

Voy a escribir una nana inventada por mi, como tarea de clase.

Que se duerma la flor,

que enamora su olor.

Que se duerma la luna

que de noche te acuna.

Sueña, niño, sueña,

volando hasta las estrellas.

Sueña soñando que sueña,

que mañana la flor despierta.

nana

ELBA LLOREDA

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BOTÓN VIAJERO

Como tarea, la profesora nos mandó escribir un cuento sobre un objeto sin vida, y proyectarnos en él de forma que ese objeto fuéramos nosotros representados. Yo me proyecté en un botón, y esta es la historia del «Botón viajero», esta es mi historia.

 

Esta es la historia de un botón de camisa. Era el último de la camisa, empezando desde arriba, o eso pensaba él. Se sentía inferior, pues al ver al resto de los botones desde abajo parecían más grandes y redondos que él. Además, este botón estaba medio descosido, a punto de caer.

Una tarde de otoño, su dueño salió a correr, y en el salto de una roca a otra…¡¡¡craajjj!!! Cayó al suelo si que nadie se enterase.                                       Pensó que estaba perdido, ¿qué haría un botón solo, sin los demás?, ¿a qué camisa se agarraría?. Empezó a rodar ladera abajo, sin saber dónde iría a parar. Por un momento se sintió libre, rodando sobre la verde hierba, deslizándose por las coloridas hojas que hacían del camino una alfombra bien blandita, siendo impulsado por la brisa que en ese momento soplaba.; hasta que consiguió pararse frente a un lago, y se quedó ensimismado por la belleza que el lugar le ofrecía: las nubes reflejadas sobre el agua, el olor a tierra mojada, los últimos rayos de sol del día que sobre él incidían…era la primera vez que se sentía pleno, que se sentía él, entero y grande.

Le gustó tanto la sensación de rodar y no saber en qué lugar parar, que se dio impulso y comenzó a deslizarse, como si pudiese volar.                               Cansado tras día de viaje, paró a descansar a la orilla de una pequeña playa. Allí había un joven que se disponía a ponerse sus botas tras un largo rato de baño, cuando vio al botón sucio, pero tenía una luz especial, algo que al joven le encantó. Lo cogió y lo entrelazó en sus cordones, quedando así bien sujeto en su bota izquierda.

El botón estaba asustado, pero tuvo mucha suerte. Este joven era un gran viejero y un músico fantástico, un melómano. Recorría el mundo visitando lugares mágicos, escuchando distintas músicas, y siempre con sus botas. El botón pensó que al fin había encontrado la vida que quería y que le duraría para siempre.

Esto cambió el día en el que sin darse cuenta se fue deslizando del cordón hasta que cayó y se metió bajo un mueble viejo que nadie usaba ni miraba. De repente, notó una mano que lo envolvía y lo sacaba con mucho cuidado, y una risa muy alegre e inocente. Era la mano de un niño que creía haber encontrado un tesoro. Esta vez el botón no estaba asustado, pero si expectante por lo que pudiese pasar.                                                                          El niño sacó de su bolsillo un colgante con otros botones y lo colocó junto a ellos. Esta vez, a parte de sentirse a gusto, se sentía comprendido. Él y los demás botones se estuvieron contando sus historias, los viajes y anécdotas que cada uno d ellos había vivido.

El botón sabía que algún día volvería a caer, a separarse de los otros botones, pero sabía que algo bueno volvería a encontrar; ya no tenía miedo al futuro.

Quizás mañana, dentro de cuatro meses, un año….te encuentres un botón perdido, a ese botón…¿cuál será su historia?.

botones

ELBA LLOREDA